29 de noviembre de 2012

Agua


Me aprieta.

Una voz, cosquillas en la barriga, los pies calientes y la respiración profunda. Cuánta parsimonia. Este sopor que me aísla del mundo hace que mi torpe cuerpo se vuelva liviano; mi cerebro cree que estoy durmiendo y se exime del hueco que lo encierra en el cuerpo.

Escalofríos. Mi corazón se acelera y algunos suspiros (tornados de fuego) se escapan; los sentidos dejan de funcionar, dan paso al aire fresco, el olor a lluvia y a kiwi ácido.


Abro los ojos

Tu aliento en mi frente; una de tus manos descansa en mi pelo, lo acaricias como si fuera agua, te sumerges y rozas la raíz de mis pensamientos.

Quiero ver tu cara, pero soy incapaz de moverme ni un milímetro.

Ardes. Pero a mí no me quema, soy tan fría como la brisa de tundra, el vapor sale de nuestros cuerpos. Pero no puedo ni apartarme, tus brazos me aprisionan con la fuerza de un murmullo. 
Tu voluntad atraviesa mi carne, de forma fluida. Libre. Y libres tus manos se esparcen por mí, como el agua.

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